martes, 12 de abril de 2011

Y terminó... aunque sea el comienzo de todo.

Por más que abría la puerta no veía nada. La abría y la volvía a abrir, pero más oscuridad que esa no se había visto en otro lugar. Intentaba retroceder, pero aún así no había escapatoria alguna. Movía la cabeza de un lado al otro, giraba sobre sí mismo, exactamente como una pequeña peonza desbocada que no tiene la intención de parar hasta que un malintencionado niño la hace parar. Supuestamente esa era la dirección que tenía que seguir para llegar al lugar indicado en el pequeño papel. 
De repente, una irritante voz salió de la nada. 
La voz más inquietante que había oído en la vida. Probablemente estaba diciendo algo coherente en algún idioma, pero él no lo podía entender. Aunque su pícara mente pensaba que esos sonidos no eran más que ruidos sin sentido. 
Por aquél entonces ya había vivido bastantes experiencias, pero que cada vez le eran más difíciles de recordar. 
Se apoyó en una esquina a descansar. 
Cerró los ojos lentamente, con la sensación de que si lo hacía, no volvería a abrirlos. 
Pero lo que solo el hombre de la inquietante voz sabía, es que no lo haría. 

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